La conocí a través de Internet, por aquel entonces ella tenía un novio que por lo que me contaba no la trataba con el respeto que se merece cualquier persona, aunque por una cierta falta de seguridad seguía con él. María era una chica malagueña de apenas 23 años, bastante delgada, no muy alta, de pelo largo, liso, cuyo color recordaba al de un girasol, su cara estaba lejos de tener la consideración de bonita, ojos azules pero saltones, nariz desproporcionada, una dentadura que parecía en guerra y un tono de piel blanquecino definirían bastante bien lo que era su faz.
Un día, después de una temporada sin saber de ella me abrió una ventana en el Messenger:
María:
Hola!
Jesús:
Hola.
María:
Te akuerdas de mi?
Jesús:
Claro que sí, ¿cómo estás?
María:
Bien. lo he dejado con mi chiko.
Jesús:
Vaya, lo siento.
María:
No pasa nada. Asi ya puedes venir
Jesús:
Sí, supongo que sí, la verdad es que el mes que viene tengo unos días de vacaciones.
María:
Pues te vienes paca!
No las tenía todas conmigo, al fin y al cabo la chica no me gustaba, más allá de que su físico no fuera el que más me gustara, era una chica con unas costumbres y unas aficiones que nada tenían que ver conmigo, pero era una de esas chicas con las que había mantenido ciertas conversaciones subidas de tono, habiendo cierto morbo en torno a ella, por otro lado tenía esa falta de autoestima que sacan mi lado protector y mi parte más tierna, por lo que al final le confirmé que iría a verla, eso sí, como amigo, y es que yo era una persona libre, con unas tremendas ganas de conocer paisajes y personas nuevas.
Llegó el día de embarcarme en esta aventura que me llevaría a conocer personalmente a María, la tierna y aparentemente tímida María. Arribé en torno a las 18h. a Málaga, era Junio y al sol todavía le quedaban unas horas de trabajo, la llamé al móvil, “oye, que ya estoy aquí”, dije aparentemente tranquilo pero no exento de cierto nerviosismo, pasaron 5 minutos y se presentó, como dijo, acompañada de su hermana y su cuñado, ambos bastante serios, pero no por mi presencia, se les notaba que habían nacido serios y no iban a cambiar en ese preciso instante, así que yo no le di mayor importancia. Su hermana Rocío, que tendría en torno a los 25 años, uno menos que yo, entraba a trabajar en una hora así que nos dirigimos a su casa para que esta se cambiara y se preparará para ir al bar donde ella trabajaba, una vez preparada y con nosotros en el salón empezamos poco a poco a hablar, el tema de conversación, el mismo que el de esos dos días, la Semana Santa y las Cofradías de Málaga, por cierto, Pedro, el novio de Rocío era sordo pero había que verlo con que pasión se hacía entender para hablar de la Semana Santa. Su pasión, en un principio me pareció divertida, hasta curiosa y hasta aprendí ciertos recorridos e historias de más de una Cofradía, pero como bien he dicho, eso fue al principio de los dos días que estuve allí. Llegó la hora de que Rocío se despidiera, nos quedamos en casa María, Pedro y yo, que desde que llegué tome la determinación de hacerme el tímido, el cuñado de María se puso uno de esos DVDs de la Semana Santa que guardaba y ordenaba cuidadosamente mientras que esta me invitó a pasar con ella a su habitación, esta no era muy grande, pero en ella habían dos camas de 90, vaya, de las pequeñas. En una de estas camas se tumbó María, yo, siguiendo con mi táctica me senté en la otra.
- ¿Es que no vas a venir? – preguntaba María mientras me miraba fijamente.
- Sí… bueno… – respondí mirando para abajo.
- ¿Estas nervioso?
- Un poco…
- No tienes porque, ven y túmbate a mi lado. – dijo poniendo su mano junto a su cuerpo.
Sin decir nada me levanté y me acosté a su lado, juntando su cuerpo contra el mío, ella empezó a mover su cintura contra mi paquete, que poco a poco empezaba a crecer.
- ¿Sigues nervioso? – me preguntó.
- Yo menos, la que se está poniendo nerviosa es ella. – dije mirando para abajo.
- Mmm, entonces tendré que tranquilizarla. – dijo, mirándome con sus ojos saltones y mordiéndose los labios.
- Sí, parece ser…
Entonces se levantó de la cama y sacó de un cajón un pañuelo de seda muy suave y me pidió que pusiera las manos juntas por encima de mi cabeza, deslizando su cuerpo contra el mío me ató las manos y comenzó a acariciarme, el bulto que tenía en mis pantalones era cada vez mayor así que ella opto por liberarlo, me desabrochó los pantalones muy suavemente y me bajó la bragueta, para terminar liberándome de ellos y anteriormente de mis zapatos, tan sólo le quedaba quitarme los calzoncillos, algo que no tardó en hacer...