Un minúsculo relato
Y estando ahí de pie, no sé muy bien como, empecé a empequeñecer, primero me volví del tamaño de un paraguas, seguí disminuyendo y me hice del tamaño de un zapato, no había descanso en mi reducción volviéndome pequeño como un botón, luego como una pulga, más adelante como un óvulo, como una ameba, una célula, un espermatozoide, una bacteria menor, un gen, llegué a ser tan inmensamente pequeño que era imposible que nada ni nadie me
pisara porque no se me podía pisar, tan increíblemente minúsculo que para mi estar encima de un gen era como estar encima de Saturno, tan inconcebiblemente pequeño que ni si quiera había comida posible para alguien como yo, fue en esos momentos cuando pensaba que posiblemente terminaría muriendo, y no desapareciendo como pensé en algún momento, ya que sorprendentemente llevaba varias horas disminuyendo y siempre había posibilidad de reducirme más y más… y más, sino que temía morir de inanición.
4 Dejaron su granito de arena...
desde luego... ya no sabes que hacer para que te llamemos estrella!
Lo que molaría es controlar nuestro tamaño según nos apeteciera.
Imagínate en la cantidad de sitios que te podrías colar.
¿Y que te crees, mi querido Dammy, que es la muerte?
Quedarse pequeñito, pequeñito hasta reducirse a lo mínimo....
¿Has visto El Increíble Hombre Menguante? Me encantó esa peli, y acaba con una reflexión muy similar.
Eso sí, tienens un pedazo de sofá! (es que el mío es una castaña pilonga)
Por cierto soy una triste pedigüeña que anda por ahí solicitando votos en el concurso del 20 min.
Si quieres, visita mi blog y si me votas, pues me consolaré de tener un sofá en vías de extinción.
http://loqueahorroenpsicoanalisis.blogspot.com/
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