Buscando un título 19
Hace muchos, muchísimos años, cuando yo no era más que un chiquillo cuyas máximas preocupaciones estaban destinadas a buscar nuevos y estimulantes juegos que yo convertía en mayúsculas aventuras, había no lejos de donde yo vivía una enorme casa con un enorme jardín plagado de árboles y arbustos habitada por un hombre viejo y su viejo perro llamado Masacre.
Una de las ocupaciones a la que más tiempo dedicábamos los chicos de la época era tratar de observar entre las enormes rejas de la selvática finca para ver si podíamos vislumbrar a lo lejos al ogro o a su perro, pero nunca, nunca traspasábamos los límites de la valla por miedo tanto al viejo como a su enorme mascota, pero eso cambió un día.
Me había acostado la noche anterior pensando en ese frondoso bosque que rodeaba a la vieja casa, en las posibilidades que en él se albergaban ya que por aquel entonces las películas de Tarzán se podían ver continuamente en nuestros televisores, así que al levantarme ya sólo tenía un objetivo después de salir de clase, tratar de investigar más allá de los límites de la valla que separaba la casa del resto del mundo. En un principio lo iba a hacer sólo pero al comentarlo con Sergio y Cristóbal ambos decidieron apuntarse a realizar tal hazaña.
Era época casi de estío, así que hacía bastante calor además de que el sol empezaba a ocultarse bastante tarde, lo que todavía hacía más estimulante la aventura ya que tendríamos más luz y más tiempo para rondar la casa. El primero en saltar fue Cristóbal, un chico que funcionaba más por impulsos que por cualquier otro motivo, además era muy ágil, siempre con una sonrisa en la boca pocos eran los que podían decir que le habían ganado en una pelea y es que además de ser fuerte cuando empezaba a pegar podía darte diez puñetazos mientras tú estabas pensando en empezar a darle el primero, afortunadamente no era mal chico y tan sólo se peleaba con quien le buscaba las cosquillas, por otro lado estaba Sergio, el tercero en saltar después de mi, bastante torpe no solía hacer nada lejos de lo que le pedían sus padres, salvo en esta ocasión ya que nuestro entusiasmo por poder ver al viejo desde más cerca le había contagiado, en cualquier caso no parecía muy entusiasmado con la idea una vez hubo saltado la verja y escuchar a lo lejos a Masacre ladrando, en ese momento todos nos agazapamos pensando en ocultarnos de una muerte segura hasta que el can dejó de ladrar, entonces empezamos a andar entre los arbustos y los árboles, acercándonos cada vez más a la casa del viejo.
Aparentemente no había movimiento alguno en la casa, una casa con no pocos detalles en madera y un enorme reloj que no funcionaba en la parte más alta de la misma, hacía tiempo que nadie había pintado las ventanas y a través de los cristales apenas se conseguían ver unas mustias cortinas de un color casi grisáceo y no precisamente porque ese hubiera sido su color inicial, el porche era enorme, como los que se podían ver en las series del oeste. Estuvimos no poco rato mirando a través de los arbustos hacia la casa pero nada se movía por allí por lo que Cristóbal dijo de acercarse a la casa, nosotros más por no parecer unos cobardes que por valentía fuimos tras él, el corazón parecía que se me iba a salir pero había un esbozo de sonrisa en mi cara, era mi forma de soltar adrenalina pero bien sé yo que no lo estaba pasando nada bien, mucho menos cuando estando frente a la puerta principal de la casa escuchamos ladrar cada vez con más fuerza al perro, Cristóbal primero y nosotros dos después nos introdujimos en la casa para salvaguardar nuestra vida, o por lo menos eso creíamos.
La casa era fantasmagórica, con incluso telarañas en algunos rincones altos del techo, nada más entrar una escalera de madera nos invitaba a subir al segundo piso, algo que no estábamos muy dispuestos a hacer de no ser porque vimos al viejo aparecer de entre los matorrales con un hacha en la mano acercarse hacia la casa, en ese momento la expresión de Sergio, y la de todos en general era todo un poema, con los ojos abiertos de par en par y con la boca abierta tiré de la camiseta a Sergio y subimos las escaleras de dos en dos hasta llegar al piso de arriba, una vez allí escuchamos el relinchar de la puerta mientras se abría y los lentos pasos del viejo que iba dando.
- Vamos corriendo para fuera, seguro que el viejo no nos pilla. – dijo Cristóbal.
- No, ¿no has visto que tiene un hacha? Nos quiere engañar para pillarnos y matarnos – respondió todavía con los ojos abiertos un asustado Sergio.
- No nos pillará, ¡yo me voy! – exclamó Cristóbal mientras empezaba a correr con dirección a la puerta de salida.
Y Cristóbal salió por la puerta, pero se olvidaba de un detalle, Masacre, ese enorme perro de enorme boca que estaba junto a la puerta empezó a correr tras un Cristóbal que dejamos de ver cuando se introdujo entre los matorrales del bosque que rodeaba a la casa. Sergio, al ver que el perro ya no estaba en la puerta empezó a bajar las escaleras lentamente tratando de no ser detectado, pero fue sorprendido por el viejo que tras el estruendo montado por Cristóbal salía para ver que pasaba, Sergio quedó tan impresionado por tener al viejo delante que quedó inmóvil delante de él, mientras que yo, todavía en el segundo piso me resguardé en una habitación de alto techo y frías y gruesas paredes.
Debió transcurrir una media hora, una media hora que para mi resultó eterna cuando de repente la puerta de la habitación en la que me encontraba empezó a abrirse y una voz grave y firme dijo:
- ¡Salvador!
- Qué... ¿Dí... dígame? – dije con voz temblorosa.
- Sal de ahí chiquillo. – me dijo el viejo.
- ¿Qué le ha pasado a mis amigos? – pregunté casi como sabiendo la respuesta.
- Baja y lo verás...
Accedí a acompañarlo, con la cabeza agachada y pensando que estaba viviendo mis últimos instantes de vida cuando al levantar la cabeza observé como fuera Cristóbal jugaba con Masacre, una enorme y vieja perra que sin embargo le gustaba jugar yendo tras unos trozos de madera que le lanzaba mi amigo con fuerza, mientras que Sergio andaba columpiándose en un árbol no demasiado alto, entonces el viejo me puso la mano en el hombro y mirándome fijamente a los ojos me dijo:
- Salvador, si queréis que os perdone tendréis que hacer una cosa.
- Dígame, señor. – respondí.
- Ahora que se acerca el verano y tendréis mucho tiempo libre, tenéis que venir a jugar aquí. – afirmó con rotundidad.
- Lo que quiera, señor.
- ¡Ah! Y otra cosa… – me dijo.
- Dígame. – respondí.
- No me llames “señor”, mi nombre es Sebastián. – afirmó.
- Sí, señ... Sebastián. – dije con una sonrisa en la boca, aunque esta vez esta sonrisa era de felicidad.
De todo esto, como decía al principio han pasado muchos años, pero jamás lo olvidaré, a pesar de que actualmente la casa que pertenecía al fallecido abuelo Sebastián pertenezca al ayuntamiento de mi pueblo, siendo esta restaurada y convertida en un lujoso restaurante y su inmenso jardín arreglado quedando del viejo bosque apenas unos cuantos árboles y no más matojos que los que aparecen en ciertos rincones escondidos.
Una de las ocupaciones a la que más tiempo dedicábamos los chicos de la época era tratar de observar entre las enormes rejas de la selvática finca para ver si podíamos vislumbrar a lo lejos al ogro o a su perro, pero nunca, nunca traspasábamos los límites de la valla por miedo tanto al viejo como a su enorme mascota, pero eso cambió un día.
Me había acostado la noche anterior pensando en ese frondoso bosque que rodeaba a la vieja casa, en las posibilidades que en él se albergaban ya que por aquel entonces las películas de Tarzán se podían ver continuamente en nuestros televisores, así que al levantarme ya sólo tenía un objetivo después de salir de clase, tratar de investigar más allá de los límites de la valla que separaba la casa del resto del mundo. En un principio lo iba a hacer sólo pero al comentarlo con Sergio y Cristóbal ambos decidieron apuntarse a realizar tal hazaña.
Era época casi de estío, así que hacía bastante calor además de que el sol empezaba a ocultarse bastante tarde, lo que todavía hacía más estimulante la aventura ya que tendríamos más luz y más tiempo para rondar la casa. El primero en saltar fue Cristóbal, un chico que funcionaba más por impulsos que por cualquier otro motivo, además era muy ágil, siempre con una sonrisa en la boca pocos eran los que podían decir que le habían ganado en una pelea y es que además de ser fuerte cuando empezaba a pegar podía darte diez puñetazos mientras tú estabas pensando en empezar a darle el primero, afortunadamente no era mal chico y tan sólo se peleaba con quien le buscaba las cosquillas, por otro lado estaba Sergio, el tercero en saltar después de mi, bastante torpe no solía hacer nada lejos de lo que le pedían sus padres, salvo en esta ocasión ya que nuestro entusiasmo por poder ver al viejo desde más cerca le había contagiado, en cualquier caso no parecía muy entusiasmado con la idea una vez hubo saltado la verja y escuchar a lo lejos a Masacre ladrando, en ese momento todos nos agazapamos pensando en ocultarnos de una muerte segura hasta que el can dejó de ladrar, entonces empezamos a andar entre los arbustos y los árboles, acercándonos cada vez más a la casa del viejo.
Aparentemente no había movimiento alguno en la casa, una casa con no pocos detalles en madera y un enorme reloj que no funcionaba en la parte más alta de la misma, hacía tiempo que nadie había pintado las ventanas y a través de los cristales apenas se conseguían ver unas mustias cortinas de un color casi grisáceo y no precisamente porque ese hubiera sido su color inicial, el porche era enorme, como los que se podían ver en las series del oeste. Estuvimos no poco rato mirando a través de los arbustos hacia la casa pero nada se movía por allí por lo que Cristóbal dijo de acercarse a la casa, nosotros más por no parecer unos cobardes que por valentía fuimos tras él, el corazón parecía que se me iba a salir pero había un esbozo de sonrisa en mi cara, era mi forma de soltar adrenalina pero bien sé yo que no lo estaba pasando nada bien, mucho menos cuando estando frente a la puerta principal de la casa escuchamos ladrar cada vez con más fuerza al perro, Cristóbal primero y nosotros dos después nos introdujimos en la casa para salvaguardar nuestra vida, o por lo menos eso creíamos.
La casa era fantasmagórica, con incluso telarañas en algunos rincones altos del techo, nada más entrar una escalera de madera nos invitaba a subir al segundo piso, algo que no estábamos muy dispuestos a hacer de no ser porque vimos al viejo aparecer de entre los matorrales con un hacha en la mano acercarse hacia la casa, en ese momento la expresión de Sergio, y la de todos en general era todo un poema, con los ojos abiertos de par en par y con la boca abierta tiré de la camiseta a Sergio y subimos las escaleras de dos en dos hasta llegar al piso de arriba, una vez allí escuchamos el relinchar de la puerta mientras se abría y los lentos pasos del viejo que iba dando.
- Vamos corriendo para fuera, seguro que el viejo no nos pilla. – dijo Cristóbal.
- No, ¿no has visto que tiene un hacha? Nos quiere engañar para pillarnos y matarnos – respondió todavía con los ojos abiertos un asustado Sergio.
- No nos pillará, ¡yo me voy! – exclamó Cristóbal mientras empezaba a correr con dirección a la puerta de salida.
Y Cristóbal salió por la puerta, pero se olvidaba de un detalle, Masacre, ese enorme perro de enorme boca que estaba junto a la puerta empezó a correr tras un Cristóbal que dejamos de ver cuando se introdujo entre los matorrales del bosque que rodeaba a la casa. Sergio, al ver que el perro ya no estaba en la puerta empezó a bajar las escaleras lentamente tratando de no ser detectado, pero fue sorprendido por el viejo que tras el estruendo montado por Cristóbal salía para ver que pasaba, Sergio quedó tan impresionado por tener al viejo delante que quedó inmóvil delante de él, mientras que yo, todavía en el segundo piso me resguardé en una habitación de alto techo y frías y gruesas paredes.
Debió transcurrir una media hora, una media hora que para mi resultó eterna cuando de repente la puerta de la habitación en la que me encontraba empezó a abrirse y una voz grave y firme dijo:
- ¡Salvador!
- Qué... ¿Dí... dígame? – dije con voz temblorosa.
- Sal de ahí chiquillo. – me dijo el viejo.
- ¿Qué le ha pasado a mis amigos? – pregunté casi como sabiendo la respuesta.
- Baja y lo verás...
Accedí a acompañarlo, con la cabeza agachada y pensando que estaba viviendo mis últimos instantes de vida cuando al levantar la cabeza observé como fuera Cristóbal jugaba con Masacre, una enorme y vieja perra que sin embargo le gustaba jugar yendo tras unos trozos de madera que le lanzaba mi amigo con fuerza, mientras que Sergio andaba columpiándose en un árbol no demasiado alto, entonces el viejo me puso la mano en el hombro y mirándome fijamente a los ojos me dijo:
- Salvador, si queréis que os perdone tendréis que hacer una cosa.
- Dígame, señor. – respondí.
- Ahora que se acerca el verano y tendréis mucho tiempo libre, tenéis que venir a jugar aquí. – afirmó con rotundidad.
- Lo que quiera, señor.
- ¡Ah! Y otra cosa… – me dijo.
- Dígame. – respondí.
- No me llames “señor”, mi nombre es Sebastián. – afirmó.
- Sí, señ... Sebastián. – dije con una sonrisa en la boca, aunque esta vez esta sonrisa era de felicidad.
De todo esto, como decía al principio han pasado muchos años, pero jamás lo olvidaré, a pesar de que actualmente la casa que pertenecía al fallecido abuelo Sebastián pertenezca al ayuntamiento de mi pueblo, siendo esta restaurada y convertida en un lujoso restaurante y su inmenso jardín arreglado quedando del viejo bosque apenas unos cuantos árboles y no más matojos que los que aparecen en ciertos rincones escondidos.
12 Dejaron su granito de arena...
Sebastián andaba un poco pallá, no? Mira que poner ese nombre a la pobre perra... :S
La historia es chula... Pero no sé qué título le daría...
Besos!
"Nuestro meido nos llevó a la felicidad"
Con esto he tenido un Déjà Vu. quiero decir que tengo la impresión que ya me leí el último párrafo...
En fin, un beso!
Bonita historia, demuestra que la realidad no es siempre lo que parece.
Que alegría, que alboroto... ¡He actualizado! O_O
Buaaaaaaaa paso este realato es demasiado largo.
Aunque por intentarlo que ya se no va a caer el mio le llamaría "Mascarpone de ignorancia" toma ya.
Gracias por tu comentario, pues no sé, yo le pondría algo así como "La curiosidad no mató a los gatos" aunque quizás es un poco rebuscado xD
Título: "Nada es lo que parece".
Por cierto, sabes? Este creo q es la historia q más me ha gustado de las q has escrito! Me ha enganchado desde el principio.
Besotes
"La casa que daba tanto miedo que nadie sabia el nombre". Vete guardando un 5% de royalties en concepto de creatividad en titulares. Nuestro abogado se pondrá en contacto con el tuyo en cuanto los primeros ejemplares, salgan a la calle.
Besos y voto de los del Madrid.
"El hacha y Masacre"
Siempre digo lo mismo, que el titulo no debe contar demasiada historia, que la chafa ;)
Me suena a algo que me ocurrió con unos amigos, aunque masacre no estaba por allí :-)
"El gigante egoísta pero al revés" :D
joe pobre Salvador,yo creo que esta temiendo que llegue el verano..xd, besines su
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